CÓMO INTERPRETAR LOS SIGNOS


Te queda como prueba repartir tus manos. Abrirle al secreto de tus ojos una luz que no diluya. Quitarte entonces la condena del no quiero, tú que naces más allá del comienzo.

Tal vez invocar, desde ese mueble de siglos, a quien hizo una presencia de la nada y no te dijo, pero te dejó la piedra para que buscaras en ella el latido o la carne. A quién creo tu sacrificio y le puso número, dando a luz un hilo que tú creíste que era el pan y la sal.
Darle vueltas a las letras y a su brillo, a su estructura. A su estructura multiplicada por tres. A su estructura multiplicada por tres, tres veces. Como una espiral imposible que muerde su principio.

Te queda la evidencia de un dolor sin sitio ni marca y la posibilidad de asesinar un presente larguísimo que tiene más de plomo que de mar.

O fingir una muerte pequeña y blanca y recoger tus huellas a modo de regreso.

Sé todo esto porque comparto tu sombra. Te lo juro.